lunes, 25 de junio de 2012

Lo único que no pudo destruir el Comandante

Lo único que no pudo destruir el Comandante
Lunes, Junio 25, 2012 | Por Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -La familia de María, que reside
en Santa Fe, pueblo costero de La Habana , estuvo esperando su visita
durante más de veinte años. Cuando llegó, la tarde del pasado 14 de
junio, sus hermanos y primos la reconocieron. María parecía otra
persona. Su físico no era el mismo.

Explicó que había podido adelgazar haciéndose una cirugía bariátrica
para suprimir más de cien libras de peso. Se había afinado la nariz,
estirado la piel del rostro, y tenía puestos unos lentes de contacto de
color verde-azul.

María era otra. A pesar de sus cincuenta años, parecía una mulata de
treinta. Y vino acompañada de su pareja, Jessica, una joven newyorkina
que hablaba un perfecto español.

El primer recorrido que hicieron fue por la parte vieja de La Habana,
donde vivió María en la niñez. Caminó todo lo que pudo por las calles
Obispo, Cuba, Cuarteles… Se descalzó para disfrutar de los adoquines,
andando por los alrededores de la Catedral. Entró a los solares que aún
están "habitables", y por último se sentó en la Cafetería El Patio,
donde disfrutaron de unos mojitos, con sus hojitas de hierba buena y
unas chicharritas de plátano.

Al cabo de diez días de estancia en la casa familiar, cuando estaban a
punto de marcharse, me senté a conversar con ellas. Quería saber cómo
María había encontrado a Cuba, después de tanto tiempo sin venir.
"Destruida", exclamó con tristeza.

Jessica, la americana, dijo que Cuba se le parecía bastante a Haití,
porque aquí la gente se interesaba demasiado por bailar y perder el
tiempo. Dijo que el pan que le vendían a la población, por la libreta,
era lo más malo que había probado en su vida, y que la falta de frazadas
para limpiar el piso, y de buen papel higiénico para el baño, eran cosas
increíbles.

Bueno, ¿pero que te gustó?, insistí para saber si había encontrado algo
positivo ennuestro país. La americana se quedó unos instantes en
silencio, sonrió con picardía y mirando de reojo para María, me dijo:

"Como caminan las mujeres. No podría explicártelo. Pero si las mujeres
de New York caminaran como las cubanas, en Estados Unidos no nos
faltaría nada. A nuestras mujeres les falta "sex appeal", sazón, el
mendó que sólo tienen las mulatas cubanas al caminar. Es lo único que el
Comandante no ha podido destruir."

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