viernes, 1 de junio de 2012

La guerra de los habanos

La guerra de los habanos
Jueves, 31 de Mayo de 2012 13:34
Escrito por Luis Cino Álvarez

Cuba actualidad Arroyo Naranjo, La Habana, (PD) En torno a los turistas
extranjeros que pasean por la capital cubana se mueve una verdadera
mafia: la de los habanos. Sus manejos se pueden apreciar en la puerta de
las tabaquerías Partagás o La Corona. Los negocios se hacen con
desfachatez absoluta, frente a policías y custodios, que por supuesto,
también son cómplices. Conversan y jaranean con los revendedores, que en
las mismas narices de los uniformados, se llevan a los turistas para sus
guaridas, no muy lejos de allí.

Las comisiones de los guías de turismo por la venta de habanos oscilan
entre el 20 y el 30% de la compra. Los precios de las cajas de puros
(cada una contiene 25) oscilan entre 200 y 400 cuc. Si les pagan el 30%
por la caja más barata, que cuesta 200 cuc, el guía se echa 60 cuc en el
bolsillo.

El gran secreto es de donde sale el dinero para las comisiones, porque
la mayoría de las compras en las tiendas, a diferencia de las que se
efectúan con los revendedores clandestinos, raras veces son en efectivo
y nunca con cheque. Se hacen siempre con carta premier o gold cart, que
se cotiza más aquí para que tenga validación en el exterior y los
clientes puedan comprar más cantidad. Con la carta, el dinero se retira
automáticamente de la cuenta del comprador y pasa de inmediato a la del
vendedor.

El negocio es redondo y todo hace suponer que el estado, que esquilma a
los mal pagados vegueros, debe estar implicado. De no estarlo, los guías
de turismo no recibirían la tajada de dinero que reciben -además de para
comprar su silencio- por llevar los turistas a las tiendas de habanos.
Sin dicha tajada, el guía no se motivaría y no llevaría a los turistas a
la tienda ni dedicaría una buena parte de la excursión a la publicidad y
la información sobre el habano.

El guía trabaja y hace "la Paca" -la excursión, como la llaman en su
argot- pensando siempre en la comisión que va a recibir en la tienda por
los habanos que venda.

Pero no siempre es fácil. Los guías tienen que librar una guerra
psicológica donde todo vale, no solo con los choferes de los ómnibus que
transportan a los turistas, que no reciben comisión, solo lo que el guía
quiera darles, sino también y sobre todo con los revendedores clandestinos.

Hay muchísimos revendedores siempre en la Plaza de Armas, en la Habana
Vieja, donde están las tiendas Galeón, cerca del Hotel Santa Isabel y el
Castillo de la Fuerza donde se dan las principales comisiones a los
guías. En las tiendas se aceptan también los vendedores ambulantes que
cazan a los turistas en la calle para llevarlos a comprar allí a cambio
de una comisión.

Los revendedores revolotean alrededor de los turistas sin ser molestados
por los policías, a los que pagan sobornos para que los protejan. Los
rotan con frecuencia, así que los traficantes se ven obligados a renovar
constantemente los sobornos a sus protectores.

Forcejean entre ellos para vender el tabaco a los guías. Como las
comisiones son por debajo del telón, sobre todo con los revendedores
clandestinos "legalizados o protegidos", se dan el lujo de hacer y
deshacer, en complicidad con los policías, que se hacen de la vista
gorda para ver o no lo que les conviene. Por ejemplo, los revendedores
que también proponen chicas y chicos. Y con muchísima más discreción,
drogas.

A veces, se producen broncas entre los guías de Cubatur y los
traficantes, durante el tiempo que pasan los turistas en la calle de los
artesanos, o cuando visitan el Palacio de los Capitanes Generales, donde
los dejan solos para que lo visiten a su ritmo, mientras los guías
descansan y los esperan afuera. Los otros traficantes y electrones
libres pueden perseguir a los guías y los turistas hasta el Capitolio y
la puerta del ómnibus. Los policías, abundantes como las moscas, nunca
están presentes cuando estos electrones libres acosan a los turistas y
chantajean a los guías.

Es famosa la rivalidad entre O... y L... Ambos están "legalizados", es
decir, compraron su protección a la policía. Se pasean a sus anchas por
la Plaza de Armas, la de San Francisco de Asís, y las calles Tacón,
Oficios y O'Reilly.

L es un mulato alto, afable y parsimonioso, que, además de habanos,
vende libros de uso en la Plaza de Armas. Es la cobertura ideal para
pescar turistas. Frente a la ventana de su apartamento, la policía puso
una cámara oculta. Pero a él no le preocupa. Tiene todo tipo de tabacos,
con los sellos que se necesitan para sacarlos por la aduana del
aeropuerto. Allí van los guías de todas las agencias turísticas, o casi
todos, porque hay algunos que no se arriesgan.

O es un negro corpulento, de mediana estatura, de unos 40 años. Trabaja
como custodio. Pero vende habanos a las dos manos. Por más que se
esfuerza por ser agradable, luce amenazador. Tiene fama de chivato y
"metedor de pie". Varios revendedores trabajan para él. Cuando un guía
no quiere comprarles a ellos, y se va cazan con Lazarito, lo chantajean
delante del grupo de turistas y a veces delante de los mismos policías.
Luego le van con el chisme a O, a quien llaman "el león de la selva". A
partir de ese momento, el guía es chantajeado hasta que se canse o coja
miedo y dé su brazo a torcer. Entonces, les comprará a ellos y no a L.

Así y todo, L aventaja a O. En su casa se vende mucho, bueno y más
barato. Pero sólo un poco más barato que en las tiendas, para que no se
deprecie la mercancía. Además, tanta es la competencia, que L da a los
guías hasta el 50% del dinero que paguen los turistas. Lo cobran en un
ambiente acogedor, entre tragos de Havana Club Siete Años, que L brinda
a los clientes, por si también desean comprar ron o café. En la guerra
de los habanos, a veces no sobreviven precisamente los más fuertes, sino
los más inteligentes.

Para Cuba actualidad: luicino2012@gmail.com

http://primaveradigital.org/primavera/cuba-sociedad/sociedad/4220-la-guerra-de-los-habanos.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario