lunes, 18 de junio de 2012

Guevara, totalitario total

Che Guevara, Ventana del lector

Guevara, totalitario total

Los niños repiten como cotorritas, "Pioneros por el comunismo, seremos
como el Che". Todos son muy jóvenes para pensar qué querría decir este
trágico futuro de la consigna

Blanca Acosta, St. Louis, MO | 18/06/2012 10:27 am

Desgraciadamente este personaje apocalíptico formó, al menos, mi
generación. Sus "dos, tres, muchos Vietnams" resuenan en la canción de
Silvio: "y descubrió que la guerra era la paz del futuro". Era más
idealizable que los interminables discursos de Castro. Nos vistió a
todos de chinos durante la Revolución Cultural; al que no se avenía a su
totalitaria ideología lo mandaba a un campo de trabajo forzado, así de
sencillo, bien maniqueamente. Fue un Gran Maniqueo que cabalgaba los
corceles del Apocalipsis, y mi generación, demasiado joven para saber de
los fusilamientos en masa, se creyó aquella utopía suya del "Hombre
Nuevo". Cuando abrimos los ojos se nos había ido la primera juventud y
entonces reaccionamos como todo aquel a quien engañan, con odio y deseos
de dejar atrás aquella pesadilla que seguía insuflando desde más allá de
la muerte la memoria de Guevara. Los niños repiten como cotorritas,
"Pioneros por el comunismo, seremos como el Che". Todos son muy jóvenes
para pensar qué querría decir este trágico futuro de la consigna. No
dicen "seremos como Camilo", porque Camilo es una figura amable y
alegre, Guevara es el de la espada flamígera que nunca supo de la alegría.

Conocí personalmente al argentino, que llevaba dentro un enamoramiento
con la Muerte que pagábamos todos aquellos por debajo de él.

Si algo tiene que reconocerle la historia es su honestidad. Sanguinario,
sí, totalitario, sí, pero si él hubiera hallado una falta en su conducta
se hubiera hecho fusilar.

Este es el gran contraste entre este personaje macabro y el embaucador
de Castro, Guevara tenía fe fanática en lo que estaba haciendo.

Cuentan que Guevara le dijo a Jaime Oltuski que no sabía de qué escasez
hablaban pues en su casa se comía muy bien. La respuesta del guapísimo
descendiente de polacos: "¡Claro, en tu casa hay una cuota de
ministro!". A los pocos días la seca respuesta del argentino fue:
"Había, Oltuski".

Ese era otro rasgo de su personalidad enamorada de Tánatos, no poseía el
menor sentido del humor, era incapaz de la alegría. Llevaba una vida
espartana. Como era poco el tiempo que le quedaba para leer, lo hacía
sentado detrás de un clavo en la pared para que si dormitaba el clavo lo
despertara. Recuerdo un día, tenía yo 14 años, y me preguntó si era
verdad que a mí me gustaba la música "extranjerizante". Aquella
adolescente gallita le contestó que no era extranjerizante, sino
extranjera y era lo que a la juventud le gustaba escuchar. No me
contestó, se quedó pensativo y perplejo. En otra ocasión asistí a la
modestísima boda de una sobrina de Aleida March, donde había solo lo que
cualquier hijo de vecino podía tener en aquellos tiempos duros. La
presencia del argentino era callada y fantasmagórica entre el jolgorio
de una boda —yo le estaba siguiendo los pasos, me intrigaba—, hasta que
no pudo más de tanta cotidianidad y se retiró a su despacho. Su único
bien terrenal infaltable era la yerba mate, y acosaba a la colonia
argentina y uruguaya en Cuba; sencillamente no podía faltarle.

Cuesta entonces trabajo conciliar una persona capaz de escribir muy
buenos poemas[1], con el carnicero que fusilaba a todo aquel que él
creía debía ser fusilado. No había sadismo en esta actitud sino una
personalidad apocalíptica que retumba en todo lo que escribió y dijo.
Cuando pronunció el discurso en la ONU en el que dijo: "Esta Humanidad
ha dicho basta y ha echado a andar", estaba condenando a muchos países
de África y de América Latina a un baño de sangre en su futura cruzada,
sangrienta e inútil como todas las cruzadas.

Como era una persona de principios rígidos, debe haber comenzado a tener
conflictos con el matón de Castro, pero su sentido de la lealtad le
impedía disentir abiertamente y, como todos sabemos, fue a morir,
queriendo hacer la guerrilla en un país de población tan hermética como
Bolivia, país sin salida al mar. En su diario se lee cómo no era una
guerra lo que se estaba librado, sino una batalla perdida por sobrevivir.

Siempre me he preguntado cómo hubiera reaccionado cuando Cuba entró en
el narcotráfico, o cuando se empezó a promover un turismo solo para
extranjeros.

La Historia siempre resuelve los conflictos…, nunca llegó a vivir estas
contradicciones con el mundo esterilizado y totalitario en el que él
creía y por el que dio la vida.

[1] Léase el volumen Del cerco al arrecife.

http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/guevara-totalitario-total-277761

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