martes, 5 de junio de 2012

Crónica de un cubano ''infiltrado'' en los hoteles más lujosos de Varadero

04-06-12 | Política

Crónica de un cubano ''infiltrado'' en los hoteles más lujosos de Varadero
Por Iván García Quintero ivangquintero@yahoo.es

Bañarse en las azules y transparentes aguas del balneario, a 140 km al
este de La Habana, es un desafío para los locales. Un fin de semana en
Arenas Blancas cuesta el equivalente a más de 100 salarios

Pero la playa merece una visita, aunque no todos pueden hacerlo.
Entonces recurren a ómnibus de algunas empresas, que se consiguen por 50
pesos (2 dólares) por asiento, los fines de semana salen desde la
capital hacia Varadero, en la provincia de Matanzas.

Casi ninguno de esos viajes son autorizados, los organizan por la
"izquierda": un trato oral entre el chofer y su jefe, quienes después se
reparten las ganancias. Es una de las maneras que tienen los habaneros
de a pie para visitar Varadero.

Claro, no tienen acceso a los mejores tramos de playa. Y tipos fornidos
con rostros severos les impiden pasar por las zonas destinadas a los
huéspedes de los hoteles. Las familias cargan con comida, agua y refrescos.

Nada de alquilar sombrillas ni tumbonas en la arena. O una bicicleta
acuática. Tostarse al sol, beber ron y nadar en las apacibles y azules
aguas. Es un paseo de ''vira y bota''. Aquellos padres que han podido
reunir unos pocos pesos convertibles llevan a sus hijos al parque de
diversiones. Cuando la noche empieza a caer, emprenden el regreso a la
capital, en los mismos ómnibus de empresas.

Con esa manía de exagerarlo todo, el gobierno de los Castro se ufanaba
en venderle a los cubanos la idea de que Varadero era la mejor playa del
mundo. No tanto. En Brasil están Ipanema y Copacabana. En México,
Acapulco y Cancún. Y Punta Cana, en República Dominicana, es un paraíso
con mejores precios.

Pero los 22 kilómetros de playa de la Península de Hicacos, en la costa
norte del occidente de Cuba, no están nada mal. Dentro de esa franja
estrecha de arenas finas y muy blancas, se ha levantado un impresionante
conglomerado de hoteles.

Desde 2008, los cubanos con ''pasta'' pueden acceder a ellos. Ya desde
antes, los cubanoamericanos lo venían haciendo. Es una de las
extravagancias del gobierno de los Castro. Linchaban verbalmente a los
cubanos que se marchaban a Estados Unidos, tildándolos de 'escorias' y
'gusanos', y años después, cuando regresan a visitar a los suyos en la
isla, les tienden alfombra roja, dólares mediante.

Gracias a los billetes verdes del "imperio del mal", muchas familias en
Cuba tienen oportunidad de pasar un fin de semana en un hotel de
Varadero. A precios tal vez asequibles para un forastero, pero de
escándalo para los trabajadores cubanos.

El hotel Arenas Blancas, con oferta de "todo incluido", cuesta 354 pesos
convertibles por tres noches y cuatro días para un matrimonio con dos
hijos. Ese dinero equivale al salario de año y medio de un profesional
altamente calificado.

Situado en la primera línea de playa, junto al hotel Solymar conforma un
emporio de casi 800 habitaciones. Roldán, su esposa y dos hijas,
pudieron darse ese lujo."Fue un regalo de mi familia que vive en el
extranjero. Las niñas han sacado buenas notas en la escuela y hasta el
30 de junio los precios eran más baratos que en pleno verano. Entonces
decidimos cambiar las vacaciones", cuenta Roldán, sentado al borde de
una inmensa piscina ovalada.

En el primer semestre del año los cubanos no suelen acudir tanto a las
playas. De toda la vida, los meses playeros han sido julio y agosto, los
más calurosos. Debido a la crisis económica en Europa y la recesión en
Estados Unidos, los bolsillos de los parientes en el exterior se han
encogidos. Así y todo, las entradas de remesas han seguido creciendo.

A esta clase de turistas locales se suma la nueva camada de mini
empresarios particulares que arrendan habitaciones, tienen un 'paladar'
o una pequeña flota de autos de alquiler. Las ganancias les permiten
darse una vuelta por Arenas Blancas.

Otro modo de hacer turismo es colgándose del brazo de un vejete
canadiense o un italiano de pelo engominado, ávidos de sexo. Y luego de
72 horas de playa, tragos y discoteca con una escultural negra o mulata,
se sienten en la gloria.

Algunos cubanoamericanos también tiran 'canas al aire'. Jorge es uno de
ellos. Le va bien con su negocio de alquiler de trajes de buceo en la
Florida. Pero se aburre con su esposa, obesa de tanto devorar grasientos
muslitos de pollo y estar todo el tiempo echada en el sofá, viendo
culebrones mexicanos. Los hijos, ya hombres, han encaminado sus vidas. Y
Jorge tiene plata y deseos de acariciar una piel trigueña, dura y tersa.
¿Dónde mejor que en su terruño?

El cubanoamericano está orgulloso de su nueva conquista. "Una prostituta
en cualquier lugar del primer mundo trabaja por horas y la más barata te
cuesta 400 dólares. Nada de mimos ni charlas amorosas. En Cuba las cosas
son diferentes. Se establece una empatía. Si las cosas siguen marchando
bien, estoy pensando sacarla del país", cuenta Jorge, mientras en el bar
del hotel ve el juego de baloncesto de la NBA entre Miami Heats y Boston
Celtics.

Una pandilla de ruidosos mexicanos se la pasan en grande bebiendo y
cantando rancheras desde que abre el bar hasta que cierra. "Mi única
queja es que no hay tequila. Entonces a pegarle al ron, que comparado
con nuestros tragos, es jugo de frutas", expresa Santiago, quien visita
Cuba por primera vez.

En cualquier hotel de Varadero donde se hospeden, a los extranjeros les
encanta hacer amistad con los cubanos. Unas chicas procedentes de Rusia
están hechizadas, ante tantas ofertas de noviazgo o matrimonio. "Es
impresionante cómo les gusta ligar a los cubanos. En la discoteca
Palacio de la Rumba, cuatro me propusieron casarse conmigo", señala una
ingenua rusa. Quizás ella desconozca que detrás de ese supuesto
compromiso nupcial se esconden las verdaderas aspiraciones de muchos
cubanos: marcharse legalmente del país. No importa con quién ni hacia dónde.

Lo mejor del hotel Arenas Blancas son sus empleados. Su trato es
personalizado y amable. Casi todos poseen nivel universitario. Pero
residen en un país donde la pirámide social está invertida y los
profesionales suelen encontrarse entre los que peores viven. Entonces
engavetan el título e intentan trabajar en el turismo.

De cualquier cosa: maletero, mucama o botones, en la puerta de entrada.
Es el caso de Orlando, graduado en ciencias de la información. Su
salario era un chiste de mal gusto y le impedía mantener a sus tres
hijos. "En el hotel consigo dinero suficiente para que mi familia se
alimente como dios manda", dice.

Ya los camareros de las mesas buffet se han acostumbrado a los cubanos:
el día antes de partir, cargan bolsos de nailon con trozos de carne,
pollo y queso. "Al principio, sentía vergüenza al ver comer
exageradamente a la gente de mi país y guardar comida para llevar de
regreso. Después no, porque ellos hacen de forma abierta lo que nosotros
hacemos de manera solapada. Cargar y robar forma parte ya del proceder
de los cubanos. Más por necesidad que por pérdida de valores. O ambas
cosas", afirma el cocinero Danilo.

La tarde de despedida, el personal del hotel te abraza y desea que
repitas la visita. Cuando el ómnibus parte rumbo a La Habana, termina el
sueño. Se vuelve a la dura realidad. Dormir con ventilador. Cargar cubos
de agua. Y romperse la cabeza pensando qué vas a poner en la mesa ese
día. Es precisamente durante la cena, cuando la familia de Roldán
extraña sus vacaciones de tres noches en Arenas Blancas. Si algo abunda
en estos centros turísticos es la comida.

http://america.infobae.com/notas/51726-Cronica-de-un-cubano-infiltrado-en-los-hoteles-mas-lujosos-de-Varadero

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