martes, 5 de junio de 2012

Arroz y chícharos: A 30 años de una perversión cubana

Arroz y chícharos: A 30 años de una perversión cubana
Publicado el Lunes, 04 Junio 2012 12:59
Por Martín Guevara*

Mira para eso, no lo dejan tranquilo ni en su celda -dijo un hombre que
estaba a mi lado en la parada de la guagua sosteniendo un periódico y
repentinamente se produjo una división espontánea entre los transeúntes
bulliciosos que se mostraban contrarios al improvisado comentarista y
los que se alejaban en silencio como única manifestación de desaprobación.

El hombre, que debió abandonar su puesto en la cola del ómnibus dado el
creciente furor popular en su contra, comentaba un hecho que fue el que
terminó de aclararme de hasta qué punto puede llegar la obnubilación de
la gente cuando se la instrumentaliza y manipula, y hasta donde las
truculentas excusas y estratagemas de un gobierno para defender lo
indefendible.

Corría el año 1982 y había saltado unos días atrás a la opinión pública
el caso del poeta y preso político Armando Valladares,
sorprendentemente, ya que no era habitual que esos temas se aireasen, a
raíz de que Francia le otorgase el Premio Libertad que solo se les
concede a escritores presos, una vez que se hizo famoso gracias al
trabajo que Amnistía Internacional hizo para difundir el abuso cometido
sobre el escritor de Desde mi silla de ruedas.

Estratagema para eludir el castigo

Las autoridades en aquellos días inundaban los periódicos y programas de
televisión intentando demostrar que la pretendida invalidez para caminar
del poeta era un embuste, una estratagema para lograr escabullirse del
justo castigo que ya se aproximaba al cuarto de siglo en un proceso
sumario en que no había concurrido hecho de sangre alguno. Resultaba soez.

Ningún otro hecho me hizo entender tan certeramente, la justa dimensión
del convencimiento que tenían los ejecutores de la represión de estar
haciendo lo correcto, ellos que no escondían ni sentían vergüenza por el
hecho del abuso sobre los prisioneros, hasta se vanagloriaban de
mantener en aquellas condiciones a una persona que no estaba de acuerdo
con el proceso que todo el pueblo -decían- había decidido protagonizar,
allí donde habrían debido decir: secundar.

Ni Las autoridades, ni el común de las personas eran capaces de ver
siquiera un exceso, en aquella impresentable cantidad de años de
reclusión de un disidente político, sin embargo veían como una conducta
impropia de un hombre cabal, el hecho de que presumiblemente simulase un
impedimento que lo obligaba a estar postrado y a moverse mediante una
silla de ruedas.

Mientras tanto, yo solo podía admirar a quien había tenido la sangre
fría, el valor y hasta el sentido del humor de simular durante cinco
años dicha invalidez, que alguien tuviese que recurrir a tamaño
ejercicio de precisión en la simulación me permitía acercarme mediante
la imaginación al padecimiento de aquel ser privado de libertad, cosa
que por otra parte yo tenía muy a flor de piel ya que mi padre cumplía
prisión política también, por la intolerancia de otro gobierno, pero de
signo ideológico opuesto, de otro color de barniz pero de la misma
madera. Paradójicamente a causa de la represión brutal que había en mi
país de nacimiento, estábamos exiliados en aquella segunda patria que no
debía conocer aquellos procederes.

Lo más perverso es que la prueba con que se contaba en su contra era un
vídeo que le habían grabado a lo largo de los cinco años que Valladares
dijo padecer esa dolencia, en el cual se podía apreciar a un hombre
levantarse en medio de la madrugada para hacer una serie de ejercicios
para no perder el tono muscular y quedar ciertamente inválido, según la
versión de la televisión y de todos los órganos de prensa.

La vida en mazmorras

Más allá de cual sea la verdad objetiva en el contencioso de acusaciones
de falsedades mutuas, que se espetaron en su momento el ex preso
político Armando Valladares Pérez y el Departamento de Seguridad del
Estado en Cuba, acerca de si este era policía secreto de Batista y
estaba involucrado en acciones de terrorismo en La Habana en el año
1959, o si fue preso por negarse a colocar consignas comunistas en su
oficina de trabajo según asegura el poeta, lo cierto es que que por una
o por la otra razón, pasó la friolera de 22 años en las prisiones cubanas.

Tuvo el valor de oponerse a vestir como un preso común y pasó varias
semanas desnudo y en celdas de castigo por su actitud altiva. Sin
embargo oficialmente se presentaba al poeta como un farsante, un
simulador que pagó con dos décadas de su vida en las mazmorras el precio
de la libertad de opinión, del manifiesto del disenso.

Hoy, a 30 años de aquellos días, el país continúa a cargo de los mismos
gobernantes y a merced de sus decisiones sobre el destino de la gente,
sobre lo que se permite pensar, decir o ser.

Al margen de cualquier divergencia o concordancia con las ideas
políticas de Armando Valladares, de mi padre o de tantos presos y
exiliados que perdieron los mejores años de sus vidas por políticas
crueles, caprichosas y despiadadas, no me sentiría pleno si no uso mi
voz para condenar a quienes el poder ha logrado obnubilar y consideran
que todo les pertenece, incluso la vida de las personas, sean cuales
fueren sus barnices ideológicos siendo idéntica la voracidad de sus
apetitos de libertades.

Aún así a la plenitud todavía le falta mucho por llegar.

* Sobrino del Che Guevara. Vivió como refugiado en Cuba por 15 años y
permaneció en La Habana hasta 1988. Actualmente reside en España y
escribe un libro testimonial sobre su experiencia cubana y el peso del
mito que rodea a su célebre tío guerrillero.

http://cafefuerte.com/opinion/opinion/puntos-de-vista/1914-arroz-y-chicharos-a-30-anos-de-una-perversion-cubana

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